-¡Eh tú! Si no vas a beber nada ya te estás largando de aquí! ¿O es que no sabes dónde estás?
El lugar era un antro digno de la zona en la que estaba situado. Relativamente amplio pero abarrotado, mesas con sus respectivas sillas ancladas al suelo y otras móviles repartidas por la estancia, diáfana, sin ninguna columna que sujetase el techo, demasiado bajo para según que especies. Aunque la fachada era ancha, la única ventilación que había era una puerta y una pequeña ventana, estaba claro que la oscuridad interior era una de las características que los clientes buscaban allí. El ambiente enrarecido por una mezcla de humo, olores corporales provenientes de todos los rincones de la galaxia y otros gases expulsados por cuerpos extraterrestres o de androides. La barra, la barra no era de gran tamaño, y se le notaba que el trapo había pasado demasiadas veces por ella, o muy pocas…
-¡Eh tú! ¡Te estoy hablando a ti! ¿Vas a pedir algo?
-Estoy esperando a alguien-Contesto el chico.
-Pues espéralo fuera o con una copa. Por si no te has dado cuenta esta barra es muy pequeña…
-Y sucia…- Interrumpió entre dientes.
-¿Qué has dicho sabandija?
-Nada… esto… ponme algo. Lo más barato que tengas.
-¿Lo más barato? Esto te va a salir más caro de lo que te crees chaval! ¿Dónde te crees que estás? Huuk, Sirrot sacadlo de aquí. Ya!- Gritó en dirección a una mesa situada al fondo del local.
El chico dirigió la mirada hacia el lugar donde el tabernero había vociferado sus últimas palabras y vio como un humano y un trandoshano (al que le faltaba uno de las astas oseas de su cabeza y media garra) se dirigían hacia él dejando claro que no les había hecho ni pizca de gracia el tener que dejar su partida de dejarik. Definitivamente estaban dispuestos a obedecer, pero de muy muy mala gana.
-¡Eh! un momento hombre, ya te he pedido una copa. No es necesario…
-Demasiado tarde sabandija. ¡Fuera!
En ese momento se oyeron a varios clientes de la cantina quejarse por los empujones que propinaban los tales Huuk y Sirrot a su paso hacia su objetivo, el chico. Sin tiempo para reaccionar, el chico notó como una gran mano agarraba el cuello de su cazadora y prácticamente lo levantaba del suelo. En un gesto casi intuitivo logró quitarse la cazadora levantando los brazos y deslizándose hacia abajo. Al verse en el suelo, y libre de las manazas que lo sujetaban hace un segundo, suspiró aliviado sólo para ver como el compañero, humano y bastante más pequeño y escuálido, le lanzaba una patada que terminaba impactando en sus costillas y haciéndolo rodar varios metros hasta chocar contra la mesa en la que había tres Rodianos.
-Uugg. Lo siento caballeros- masculló aturdido –He tropezado.
Viendo como de nuevo Huuk y Sirrot se acercaban a él con la intención de acabar con lo que empezaron, gateó unos metros en dirección a la puerta, se levantó y anduvo a trompicones varios metros más hasta que otro humano le tapo el paso. Este hombre era mucho más grande que Huux, era calvo, tenía una cicatriz en la cara y una mano cibernética de mala calidad o bien bastante antigua, o las dos. No parecía que fuese a ponérselo fácil en su camino hacia la salida.
-¿Donde crees que vas? Le escupió a la cara mientras lo agarraba fuerte con ambas manos, la humana y la cibernética.
-Ya me iba, aquí no me quieren poner nada de beber- vaciló sabiendo que aquel comentario no era la mejor opción.
-¿No sabes dónde estás escoria?- gritó levantando aún más al chico.
-Que pesaditos con la pregunta. Mascullo el chico entre dientes. Otra mala decisión…
Cerró los ojos visualizando el puño cerrado que venía a camino a impactar en su cara. Al menos su agresor había elegido la mano humana para golpearlo. Fue detalle. El estropicio del impacto de la otra mano hubiese sido mucho mayor, y más doloroso, eso seguro. De pronto el chico cayó al suelo sin recordar haber notado golpe alguno en la cara. Abrió los ojos, parpadeo varias veces, enfocó un poco la vista y, a pesar de estar a contra a luz y envuelto en la humareda que había en la cantina, consiguió reconocer una figura que le resulto familiar…
-Menos mal. Ya era hora-. Suspiró aliviado al ver a ese hombre, pero sobre todo al intuir que había sido él el responsable de que estuviese de nuevo en el suelo.
El humano era de estatura media y hombros anchos, iba cubierto por una coraza pesada a la que le faltaban algunas partes. En la cabeza llevaba un sombrero metálico circular de gran diámetro, que al estar ligeramente inclinado hacia delante le cubría parcialmente la cara, aunque dejaba entrever un mentón ancho cubierto por una barba descuidada y con bastantes canas. En el ristre se podían apreciar varios compartimentos pequeños cerrados, un puñal de un tamaño considerable (probablemente militar), y un casco cilíndrico con una ranura frontal en forma de “T” y una antena que salía a la altura de la oreja derecha. Del cuello hasta casi los pies le colgaban varias capas de lona a modo de túnica improvisada de varios colores marrones, verdes y blanco muy sucio. También iba bien armado: bajo las capas se apreciaba lo que podría ser un rifle de largo alcance fijado a la espalda, un bláster pesado colgaba de un hombro, varias granadas en el cinturón y un utensilio con forma de caja rectangular en el antebrazo, era extraño, pero estaba claro que era mejor no averiguar cualese sería el uso de ese artilugio.
-¿Qué haces escoria? Vas a arrepentirte de esto. ¿Tienes idea de dónde estás?- Grito como loco a la figura que había irrumpido en la cantina y lo había atacado por la espalda.
Éste ni si quiera lo miraba, por el contrario, observó al chico, que estaba sentado en el suelo y estudió en unos segundos las dimensiones de la cantina y a los allí presentes como si buscase a alguien. No lo encontró.
De repente como si de un Rancor hambriento y enfurecido se tratase, tras un aullido de rabia e ira, el hombre de la mano biónica, que poco antes tenía en volandas al chico, se dirigió a toda velocidad hacia el “guerrero” que lo había liberado. Tras lanzar un gancho, esta vez con la mano metálica, el “Rancor” se vio preso de una llave la cual lo dejaba de espaldas a su contrincante con el brazo biónico retorcido sobre sí mismo y pegado a su espalda, además un cuchillo había salido de la nada y ahora acariciaba su garganta.
-¡Suéltame!- vociferó mientras trataba sin éxito librarse de su oponente. –¡No tienes ni idea de donde estas!
-Que pesados con lo de saber dónde estamos…- pensó el chico mientras observaba atónito la escena.
Tras unos segundos en los que el interior de la cantina parecía haber sido paralizado por algún tipo de rayo energético, el trandoshano gritó y se dirigió al rescate de su compañero de cantina aun inmovilizado por la presa que el desconocido estaba ejerciendo sobre él. En un movimiento a una velocidad brutal, soltó el cuchillo que callo con estruendo en el suelo, dirigió su mano hacia la cadera, desenfundó un bláster pequeño y ejecutódos disparos certeros sobre la mole de músculos, escamas y rabia que se dirigía hacia él. En ese momento con un aullido, el hombre de la mano metálica que tenía apresado salió despedido hacia delante por una fuerte patada en el trasero y descolgando el blaster de mayor tamaño que llevaba al hombro apunto a cada uno de los dos hombre que aún quedaban en pie y enfrentándolo.
Por un segundo la escena volvió a estar congelada, el chico gateando, consiguió llegar a la altura de su salvador, se puso de pie a su lado y observó la situación: dos humanos con muy malas pulgas en frente suya, quietos observando las armas de su “compañero”. Más atrás, al otro lado de la barra, el “amable” camarero mirando fijamente la estampa. A su alrededor algunas mesas tiradas y otras de pie. Algunos clientes tranquilamente sentados en sus sillaas como si aquella escena fuese de lo más frecuente, y otros bastante más asustados admirando atónitos el violento espectáculo y rezando por que la cosa no fuese con ellos en algún momento. Detrás, la puerta de la taberna, la solución a sus problemas… de momento. ¿El problema? Dos sullustanos que se interponían entre ellos y la salida.
-¿Cuanto ofreces por vuestra libertad?- Pregunto uno de ellos.
-Apartaos y no habrá más bajas hoy- Dijo el guerrero que parecía tener todo bajo control. Evidentemente era el único con esa opinión.
-¿No sabes dónde estás verdad?- Respondió el Sullustano.
-Madre mía…- Suspiro el chico. Una vez mas la preguntita»
-Apartaos, y nos iremos por donde hemos venido. No queremos problemas.
En ese momento el humano escuálido dio un paso adelante y dijo:
-Ya los tenéis forasteros. De hecho tenéis varios problemas ahora mismo. No sabéis donde…- No termino la frase. Es complicado hacerlo cuando te impacta un disparo de bláster pesado en el pecho.
El delgado matón no había caído al suelo cuando al menos 3 clientes y el propio tabernero habían desenfundado sus armas, otros cuantos huyeron por unas escaleras al piso superior y otros salieron por la puerta tras los sullustanos. El improvisado compañero del chico estiró el brazo del dispositivo en forma de caja rectangular anclado a su muñeca y de repente una nube de humo blanco grisáceo inundó el local, disparó sus armas varias veces en la niebla, se oyeron algunos gritos. Rodeó fuertemente al chico por debajo de sus brazos y rodó con él hacia un lado. En medio de la confusión siguió disparando sus blásters esta vez dirigiéndolos a la salida mientras se resguardaban tras una mesa. Se oían disparos cruzados y algun que otro grito. Entre ellos el del tabernero que no paraba de decir: “cogedlos”, “que no escapen”, “no tienen ni idea de donde están”. En ese momento el soldado, cazarecompensas, excombatiente o lo que quiera que fuese, lanzo una granada aturdidora hacia la puerta y un poco mas de niebla sintética, agarró fuertemente al chico por la parte de atrás del cuello de su camisola y juntos salieron a toda velocidad a la calle, donde también había restos del humo que había dentro de la cantina. Corrieron juntos por varias calles y callejones llenas de luces artificiales, vehículos a reacción, indigentes, bandidos, androides, grupos de esclavos, montacargas manuales…
Aún con el corazón acelerado y el pulso disparado, el chico se giró hacia su compañero con la intención de agradecerle el favor y pedirle alguna que otra explicación. Antes de que este pudiese articular palabra, su compañero lo agarro del pecho con una sola mano, con una fuerza brutal (lo cual ahora explicaba muchas cosas). Lo inmovilizó contra la pared. El hombre acercó su cara a menos de una cuarta de la del chico, con lo cual pudo ver bien sus rasgos: piel morena, ojos negros penetrantes, mentón pronunciado, barba desgarbada y canosa. Tenía ciertas arrugas en el perímetro de los ojos y la frente, que se mezclaban con cicatrices antiguas (y no tan antiguas) de pequeños cortes y quemaduras. Una cicatriz quirúrgica y rudimentaria de pequeño tamaño en la sien derecha. Un cuello ancho con la musculatura bien marcada, que se movía de forma armónica cada vez que tragaba saliva.
El corazón del chico iba cada vez más rápido y la respiración dificultosa debido a toda la acción anterior y la presión que ejercía, por un lado la mano de su nuevo opresor y por el otro, la pared.
– Pero…- No podía articular palabra.
-¿Que hacías en ese tugurio?- Pronunció con una voz dura y autoritaria.
-No puedo respir…- No le salían las palabras, y pronto no podría ni tenerse en pie.
-Repito. ¿Que hacías en esa cantina?- Volvió a preguntar a la vez que aflojaba la presión. Sabía que el chico estaba al límite.
Una bocanada de aire entro en sus pulmones como si de pura vida se tratase. Tosió varias veces, volvió a coger aire y respondió:
-Te estaba esperando. Te oí nombrar a la cantina de Falzon cuando hablaste con ese hombre en el callejón justo antes de que…
-¡Basta! ¿Me has espiado y me has seguido?- grito en voz baja.
-¡Si y luego te salve la vida!- Le recrimino el chico. -No hubieses salido de ese callejón de no ser por mi.
-¿Salvarme la vida? Jajaja- rió. -¿De esas dos ratas de cloaca?- Eso le hizo gracia de verdad.
-¡Si! Te tenían encañonado con sus blásters. Y ellos eran dos y tú uno sólo.
-Mira chaval. Tómate lo que ha pasado hace un momento en la cantina como una devolución de “mi deuda de vida”- Dijo con retintín. – Pero no me sigas más. Aléjate de mí y de este lugar. Y hazlo rápido- Sentenció.
–¿Sabes dónde estamos?- Le preguntó mientras lo veía marcharse del callejón.
En ese momento el guerrero (tenía que ser un guerrero) se giró, dio un paso hacia el chico y le dijo:
-Estamos en el nivel 1313. No se te ha perdido nada aquí. Aunque puedes encontrar de todo, sobre todo la muerte. Esto es una cloaca de contrabandistas, exconvictos, cazadores de recompensas, estafadores, gente de la peor calaña. Aquí no hay otra ley que la del más fuerte. Y estamos muy muy por debajo de algo a lo que se le pueda llamar ciudad civilizada. Ni si quiera el Imperio es capaz (todavía) de controlar este lugar. No es nada fácil, pero huye de aquí como puedas, y cuanto antes.
-¿Quién eres? Pregunto el chico sin esperanza de oír respuesta.
La respuesta fue el sonido de los charcos que el guerrero iba pisando camino de la salida del callejón.
-¡Te oí hablar con ese hombre de algo acerca del ejército imperial! ¡llevaba uniforme!- Gritó aún apoyado en la pared. Se separó de ella y continuó: -¡Yo soy un recluta del ejército imperial! O al menos iba a serlo, o eso les dijeron a mis padres…- Concluyó cabizbajo. -Hasta que acabé aquí- Terminó mientras contenía lágrimas de rabia a punto de salir.
En ese momento el hombre se paró, y volvió a girarse, pero esta vez no se volvió a acercar. Observó al chico durante un momento con una pose imponente. Parecía como si nada de todo lo anterior hubiese pasado o le hubiese afectado de manera alguna.
-El Imperio no tiene presencia ni control aquí abajo, aparte de que no tienes pinta de soldado- Sentenció.
-Íbamos en un transporte de tropas, un convoy, varios vagones con reclutas y otros muchos de armamento y equipo. Estábamos en los niveles superiores, camino de la academia de Coruscant. De pronto hubo una emboscada, varias explosiones. Algunos de los vagones se desprendieron y comenzaron a caer, las puertas se abrieron y algunos compañeros saltaron, otros como yo, simplemente caímos.
La mirada del guerrero no se inmuto, permaneció impasible analizando cada palabra del chico, necesitaba más. El silencio fue su respuesta. De momento.
-Me desperté en un callejón, he sobrevivido a base de robar y dormir aquí o allá. Sólo quiero salir de aquí- casi imploró.
-¿Le debes algo al imperio?- Rompió su silencio.
-¿Tengo pinta de eso?
-Eres un recluta.
-El Imperio coge lo que quiere. No pregunta, si te niegas, alguien lo paga. Cuando dejas de ser útil, se deshacen de ti.
En ese momento el guerrero tragó saliva, se rasco la cicatriz de la sien. Esas palabras le trajeron recuerdos. Respiró hondo. Se relajó a la vez que cambió su postura a una mucho mas autoritaria.
-Ven conmigo “recluta”
Sonó como una orden, como si ya las hubiese dado (o recibido) cientos de veces. El chico con una mezcla de miedo y alegría comenzó a caminar. Las piernas apenas le respondía, la respiración poco a poco volvía a la normalidad.
El hombre se quito una de sus múltiples capas de tela que llevaba encima, y se la extendió al chico.
-Toma ponte esto, cúbrete la cabeza, y camina erguido. No llames la atención- aconsejó.
-Gracias. Contestó sorprendido -¿Donde vamos?
-Tenemos que salir de aquí. Y encontrar la academia Imperial de Coruscant.